Democracia, Estado y Derechos Humanos fundamentales

septiembre 27 2020 | 33 cuadro 3

Palabras del Secretario de Gobernación, Carlos María Abascal Carranza, durante la Ceremonia de Inauguración del Congreso Nacional “Reconocimiento y Protección de los Derechos Humanos en las Constituciones Locales”, que se llevó a cabo en el Teatro de la República de esta entidad.
Querétaro, Qro., 11 de mayo de 2006

El 2017 ha sido un año difícil para nuestro país debido a los fenómenos naturales y sociales a los que se ha enfrentado.

Eventos como las elecciones en Estados Unidos, la renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) y el terremoto que afectó los estados de Oaxaca y Chiapas, han dado pie a que muchos personajes que conforman la escena política manifiesten su desacuerdo con la forma en la que se han atendido tales hechos.

Sin embargo, pocos han sido los actores que han propuesto soluciones o planes de acción, más allá de la mera expresión de desacuerdo que, si bien forma parte del quehacer político, es sólo el principio de lo que se debe hacer para mejorar la situación de la nación.

En este sentido, es importante que los políticos deliberen y accionen en pro de un gobierno que sepa afrontar adversidades de todo tipo, teniendo siempre claro el objetivo de brindar la mejor calidad de vida a sus ciudadanos.

Pues como diría el ex Secretario de Gobernación, don Carlos Abascal en el marco del Congreso Nacional “Reconocimiento y Protección de los Derechos Humanos en las Constituciones Locales:

“Hay que hacer que esas deliberaciones y esos ecos retomen nueva vida, se prolonguen, los escuchen las nuevas generaciones con las nuevas discusiones, las nuevas deliberaciones que hoy hay que hacer a la luz de los avances en el desarrollo de nuestra sociedad, en el desarrollo de nuestra democracia, en el desarrollo de nuestro Estado de Derecho”.

La política debe ser ese medio por el cual se disperse una cultura de respeto a los derechos humanos fundamentales, que pregone por un pensamiento tolerante, que aplauda la pluralidad en lugar de desdeñarla, que promueva el amor hacia nuestros hermanos en lugar del odio; es decir, un pensamiento humanista tal y como el que se intenta construir en México desde hace ya varios años.

“Esta sociedad que reconoce en la política su principal instrumento democrático, está convencida de que es la democracia, justamente, el sistema de gobierno jurídico, político y cultural que conviene a los mexicanos para construir una sociedad grande, justa, libre y próspera a la altura de la dignidad de la persona humana”.

La mejor forma de gobernar es a través de un gobierno humanista, pues este deviene en una democracia que coloca a la persona y sus derechos humanos fundamentales como sujeto, razón y fin del Estado, pues como dice don Carlos Abascal:

“Un gobierno humanista no puede menos que mirar la dignidad de la persona y centrar todas sus políticas económicas, todas sus políticas sociales y todas sus políticas en política, justamente a la dignidad de la persona humana: ser individual, único e irrepetible, ser social por excelencia que alcanza su plenitud y su realización, justamente, en la convivencia con los demás seres humanos, en la solidaridad, en la subsidiariedad, en la búsqueda de la justicia social y del bien común”.

Debe quedar claro que los derechos humanos fundamentales están por encima de cualquier gobierno, de cualquier ley y de cualquier opinión. Son inherentes al individuo y como tal hay que darles su lugar, creando los mecanismos necesarios para su completo acato.

“Si el Estado otorgase graciosamente estos derechos a los ciudadanos, también podría retirarlos de manera parcial o total, temporal o definitiva. El Estado tiene la responsabilidad de reconocer, a través de los órganos legislativos que se ha dado, de garantizar, a través del ejercicio del poder político, y de promover, a través del desarrollo de la cultura ciudadana de los derechos humanos (…) fundamentales, anteriores y superiores al Estado mismo.

Por otra parte, el ex Secretario de Gobernación también habló de la importancia de trabajar en el deber. Es decir, si bien una persona está en posición de exigir al Estado el respeto a sus derechos humanos, también debe estar dispuesta a hacer valer los derechos de los demás, pese a las diferencias que existen en cada uno de nosotros.

“El deber y el derecho de garantizar los derechos humanos corresponde al Estado, a través del sistema jurídico, pero el individuo está obligado en el marco de ese Estado de Derecho, en el marco de ese reconocimiento a los derechos anteriores y superiores de todos los seres humanos, a respetar invariablemente los derechos humanos de todas las demás personas, sean autoridades, sean ciudadanos”.

La vigilancia, promoción y el respeto de los derechos humanos fundamentales es tarea de todos los mexicanos. Hay que seguir perfeccionando el marco jurídico y las políticas públicas, así como trabajar en la creación de una cultura ciudadana humanista, pues de esta manera México y sus habitantes tendrán la fortaleza para salir delante de cualquier acontecimiento.