Laicidad para la libertad religiosa
agosto 04 2020 | Pensamiento humanista
Palabras del Secretario de Gobernación, Carlos María Abascal Carranza,
al inaugurar el Primer Congreso Internacional “Iglesia, Estado Laico y Sociedad”,
realizado en el Hotel Presidente Intercontinental.
México D.F., 14 de noviembre de 2005
La construcción de la Democracia en México ha sido un camino largo y lleno de dificultades, sin embargo, es un cambio invariable y carece de significado si no está centrado en la persona humana.
En el marco de la inauguración del 1º Congreso Internacional “Iglesia, Estado laico y Sociedad”, el Lic. Carlos Abascal reafirmó el compromiso que el gobierno tiene con el fomento a las relaciones con diversas Iglesias y religiones, además de sus implicaciones en el ámbito social con respecto a las libertades mencionadas parte de los Derechos Humanos.
En este sentido, las Iglesias y religiones son un aporte ético innegable en las personas, empero, existe una circunstancia que designa la importancia de la Laicidad para la existencia de la Democracia.
“Hay que recordar, ciertamente, que ellas, las Iglesias y las religiones, interpretan los valores y principios escritos desde el principio en el corazón de los hombres, pues los valores éticos no son de suyo confesionales, no son propiedad exclusiva de ningún acto religioso”.
Bajo el cumplimiento de la jurisdicción establecida en nuestro país -entregada a su vez al consenso global marcado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), y que responde al derecho natural-, y bajo el sistema democrático, todos tenemos Derecho a la Libertad de Pensamiento, de Conciencia y de Religión.
“Pienso que si de lo que estamos hablando es entonces, de los Derechos Humanos, y dentro de ellos del Derecho a la Libertad Religiosa, el sistema democrático, en el que todos los seres humanos somos idénticos en dignidad, sólo puede funcionar cuando este sistema democrático coloca a la persona humana en el origen, en el centro, en el fin del Estado; persona revestida de una dignidad trascendente y en cuya naturaleza están impresos estos valores y principios éticos, que se traducen en Derechos Humanos y que son reconocidos como válidos por todos y que son anteriores y superiores al Estado. Ésta es la premisa que le da viabilidad, estabilidad y certidumbre a la vía democrática”.
Es así que Abascal pone sobre la mesa la correlación existente entre la Democracia, la Laicidad y los Derechos Humanos, esclareciendo, sobre todo, la importancia de la Laicidad como amparo de las libertades de la persona humana para el óptimo desarrollo democrático que tanto requiere México sin dejar atrás aquel factor sobre la ética que ofrecen Iglesias y religiones.
“La relación armónica y de cooperación entre las Iglesias y el Estado laico son de una gran trascendencia, la laicidad y la separación de las Iglesias y del Estado, en términos justos, implica respetar la libertad no imponiendo una religión sino dejando el espacio libre a las conciencias, para creer o no, a las religiones con su propia responsabilidad hacia la sociedad civil, abriéndoles espacios para que sean ellas factores positivos en la construcción de la sociedad…”.
Independientemente de los juicios otorgados a la Laicidad, es un factor clave que conjuntamente a la ética universal (que provee a la diversidad religiosa) hace funcionar a la Gobernabilidad, a la Sociedad y a la Democracia, protegiendo los pilares del bien común y haciendo posible la concepción de una política humanista.
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