Testimonio de invitación al Doctorado Honoris Causa de Carlos Abascal
septiembre 20 2020 | Vida y legado
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Al inicio del actual milenio, una de las sorpresas de la primera administración panista fue que en el Gabinete se nombrara a Carlos Abascal, un político que rompía el modelo de los servidores públicos y cuya reputación moral era impecable. Una persona transparente que no tenía reparo en valientemente afirmar su adhesión a los sólidos principios humanos y católicos que regían su vida
Esta semana el Papa Francisco ha hecho un llamado fuerte a la conversión para empresarios, prelados y políticos. Con duras palabras ha dicho que para quienes son corruptos, no piden perdón y restituyen el daño, «serán los perros del infierno los que se beberán su sangre». En México padecemos la tragedia de la corrupción en grado superlativo.
Al inicio del actual milenio, una de las sorpresas de la primera administración panista fue que en el Gabinete se nombrara a Carlos Abascal, un político que rompía el modelo de los servidores públicos y cuya reputación moral era impecable. Una persona transparente que no tenía reparo en valientemente afirmar su adhesión a los sólidos principios humanos y católicos que regían su vida.
EI nuevo Secretario del Trabajo, y más tarde Secretario de Gobernación, era un individuo de convicciones y de fuerte personalidad, una mente brillante, ilustrada, articulada y culta. Pasó más allá de ser un hombre sabio, era un genuino servidor de sus semejantes por los que sería capaz de realizar el mayor esfuerzo o sacrificio en la búsqueda y consecución de su bien individual y colectivo.
Sin aires de grandeza y sin mayor pretensión que la de servir a su país, Carlos Abascal se introducía en la gestión gubernamental del más alto nivel, como una bocanada de aire puro y fresco en un medio donde la prioridad la tienen los privilegios e intereses personales.
Llegaba un secretario de Estado diferente, un hombre cabal que se abriría paso por méritos propios y se ganaría el respeto de propios y extraños. Todo esto, al interior de una élite de poder mayormente deshumanizada y que vivía desconectada en su estilo de vida de la realidad de vida de la mayoría de la ciudadanía, a la que todos aseguran servir.
En el año 2006, la Universidad Anáhuac México Sur cumplía sus primeros 25 años de vida. Un aniversario muy emblemático; y para tal ocasión, la institución planeó un año entero de eventos especiales de todo tipo. De todas las celebraciones programadas, destacaba la ceremonia inaugural de este jubileo: un magno evento que marcaría la pauta del año conmemorativo y que, por lo tanto, estaba llamado a ser algo extraordinario.
El comité organizador analizó la conveniencia de invitar al Presidente de la República como testigo de honor para el evento inaugural. EI Presidente inauguraría el jubileo y encendería un nuevo pebetero conmemorativo dedicado a la «Amistad Universal entre los Pueblos». También, se propuso al Secretario de Gobernación, Carlos Abascal, para ser el invitado de honor.
Este último era quien sin duda encajaba y representaba de mejor manera los excelsos valores institucionales de la Universidad Anáhuac, una agradable coincidencia que se presentaba como una oportunidad histórica.
Finalmente se hizo la invitación formal al Lic. Carlos María Abascal. El número dos en el gobierno del país no tardó mucho en confirmar su asistencia, para así encontrarse con una joven y pujante comunidad educativa que, ilusionada, festejaba su primer cuarto de siglo. Su visita y palabras marcaron a la Universidad, así como a las vidas de más de 1 mil 500 asistentes, tanto del personal de la institución académica como de amigos de la misma.
La huella de aquel encuentro dejó una larga estela que prevaleció a lo largo de un año extraordinario de eventos en la comunidad educativa. Poco tiempo después, el Rector tuvo a bien solicitar a las más altas autoridades de la institución el doctorado “Honoris Causa” para Carlos Abascal. La respuesta fue un «Sí», pero no en ese momento; había que dejar que concluyera el sexenio.
EI sexenio terminó con la mayor crisis del país en su historia moderna. Un candidato opositor, reclamando fraude electoral, tomó la principal avenida y plaza de la capital, en una clara provocación a las autoridades. Si no hubiera sido por el liderazgo y el magistral manejo de la situación del Secretario de Gobernación en turno, bien hubiésemos presenciado una violencia social de muy graves consecuencias.
Después de meses de vivir en vilo de la incertidumbre, el PAN se reelegía en la Presidencia y Carlos Abascal no mantenía su puesto u otro cargo de relevancia significativa en la nueva administración. Mucho le debía el país, el partido y el nuevo Presidente a este hombre de diálogo, coherencia y probada astucia política.
A escasos meses del arranque del nuevo gobierno, cuya toma de posesión fue digna del mejor guión hollywoodense, y había sido planeada y ejecutada a la perfección por Carlos Abascal y su equipo, se anunció públicamente en la prensa que Don Carlos Abascal padecía cáncer.
Su enfermedad intempestiva y la gravedad de la misma se presentaba como un enigma para muchos que conocían la buena salud de un hombre de tan sólo 57 años. Después de dos años terribles de gran sufrimiento, Carlos Abascal pasó a mejor vida; pero, a escasos seis días antes de morir, recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Anáhuac México Sur.
El lunes 20 de octubre de 2008, ya con todas las aprobaciones necesarias, el Rector en turno de la UAMS, Dr. Javier Vargas, había fijado una reunión con Carlos Abascal, en donde le entregaría personalmente una carta firmada por él, con la solemne invitación a recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Anáhuac. Para este encuentro, el Rector había solicitado al Director de la Escuela de Comunicación, Jorge González, que lo acompañara.
Ese día muy temprano, Jorge González recibió una llamada de su Rector en la que le informaba que no podría asistir a la reunión con el Lic. Abascal, debido a que esa madrugada había sufrido una apendicitis y sería intervenido de emergencia. Jorge González le propuso cambiar la reunión para otra fecha, pero el Rector, a sabiendas del avanzado deterioro de la salud de Carlos Abascal, prefirió que Jorge González asistiera solo a la cita y que personalmente le entregara la carta.
Jorge González se presentó puntualmente a la cita con todas las instrucciones recibidas de su Rector desde la antesala del quirófano, las que concluyeron con un: “No va a aceptar, pero le tienes que torcer el brazo». Al llegar a la oficina de Carlos Abascal, su secretaria le informó que el Licenciado había tenido un contratiempo y que no llegaría. La asistente le dijo que Don Carlos se disculpaba y le pedía que le dejara la carta. A esto, Jorge González le respondió que tenía indicaciones de estar presente cuando él leyera el documento, por lo que se reagendó la reunión para dos días después.
Aquí el relato de Jorge González:
EI miércoles 22 de octubre a las 18:0O horas, me presenté para hacer la invitación al Doctorado Honoris Causa a Carlos Abascal. Al entrar a su oficina, que se encontraba con la luz baja y total silencio, tardé en percatarme que al fondo del salón, sentado en su mesa de trabajo, estaba ya Don Carlos esperándome. Me saludo muy amable y se disculpó de no poder ponerse de pie para recibirme. Me encontré con un hombre a quien el cáncer había desgastado casi hasta el final de sus fuerzas, pero su falta de energía y recursos físicos se contrastaban radicalmente con un rostro muy sereno y con una bondad de espíritu que se hacía más viva cuando esbozaba una sonrisa.
Sin mucho preámbulo, le entregué la carta de dos hojas firmada por el Rector y en cuya segunda página, en su primer párrafo, le daba a conocer la decisión de las autoridades de la institución y la congregación religiosa para que en un próximo evento aceptara ser Doctor Honoris Causa de la Universidad Anáhuac México Sur. Cuando Don Carlos llegó a esta parte, se detuvo y bajó el papel por unos minutos, totalmente sorprendido por lo recién leído. La verdad, no tenía mucha lógica esta distinción en esas circunstancias. Una vez acabada de leer la misiva, bajó la cabeza, cerró los ojos y en voz alta dijo: “Me abruman, ustedes me abruman”.
“Dígale por favor al Rector que le agradezco infinitamente la consideración y el gesto tan extraordinario hacia mi persona, pero nunca en mi vida he aceptado este tipo de reconocimientos, y no veo porqué ahora sea diferente; en cualquier caso, le daré una respuesta formal por escrito en las próximas 48 horas”.
Yo traía la consigna expresa de “torcerle el brazo”, por lo que le dije: “Entiendo perfectamente, Don Carlos, que a usted no le gusten estas cosas, pero me atrevo a pedirle que considere y piense en los estudiantes que presenciarán el acto y que recibirán sus palabras; los jóvenes de hoy están ávidos de sentido y de referentes humanos en los valores en los que usted tanto cree y por los que nuestra institución fue fundada”.
Creo que acerté en mi argumento, ya que vi su rostro asentir, y quizá la causa de los jóvenes era ya la única en su corazón por la que valía la pena el esfuerzo sobrehumano que iba a implicar aceptar. La verdad es que su tesis doctoral y su testimonio no iban solamente a impactar a quienes lo escucharan en primera persona, sino a todas las generaciones venideras.
Al despedirse, me dijo que de camino a su casa se detendría en la iglesia de San Juan Bautista, en Coyoacán, para preguntarle a Dios qué quería Él de esto. Yo le dije que en esa iglesia me había casado y, en tres breves pinceladas, me dio la historia de este bellísimo templo y de la vida del arquitecto. Por la bitácora de su personal de seguridad, la familia me confirmó más tarde que, efectivamente, esa noche el Lic. Abascal pasó largo tiempo ante el Santísimo expuesto en la capilla de ese lugar.
Salí de la reunión con una impresión muy profunda, después de mi breve encuentro con este gran ser humano que, sin duda, vivía los días más dramáticos de su historia, ¡un privilegio que la vida me regalaba! De regreso a casa, me pasó por la mente la idea de que Dios me había utilizado para hacerle sentir a este hijo suyo Su cercanía y amor de predilección. Después me enteré que esa misma mañana los doctores le habían informado que ya médicamente habían agotado todo recurso y que el desenlace era inevitable.
A los dos días prometidos, el Rector me llamó para leerme la respuesta recién llegada de Don Carlos, en la que aceptaba el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Anáhuac México Sur y proponía que el evento se realizara el 26 de noviembre. Había propiamente un mes para preparar todo, y tanto el Rector como un servidor, teníamos muy claro que su salud podía fallar en cualquier momento, se nos podía adelantar; y esta posibilidad se hizo “verdad” por unas horas.
Dos semanas antes del esperado día, nos encontrábamos en grupo en una reunión de la organización, cuando una llamada nos interrumpía e informaba de la muerte de Carlos Abascal. La junta se suspendió, pero horas más tarde se desmintió la noticia. Esa noche, Carlos Abascal llamó al telenoticiero más importante para, con gran sentido del humor, informar al público que en el transcurso del día había seguido con mucho interés todos los detalles de su propia muerte.
Algo que nunca supuse, fue que el Rector me pidiera ser el padrino del Doctorado. Preparé el laudatio a conciencia, para lo cual pedí entrevistas con sus hijos, con su colaborador cercano Arturo Chávez y con su amigo Lorenzo Servitje. Las entrevistas me dieron más de lo que yo necesitaba y fueron fuente de gran inspiración.
Ya con todos los preparativos listos, el día anterior al evento la familia se comunicó para informarnos que era imposible que el Lic. Abascal se pudiera presentar en la Universidad al día siguiente y que estaban analizando la conveniencia de grabar un mensaje en video. Ese día, sus signos vitales se habían reducido a niveles tan bajos, que ni el mensaje televisivo pudo grabar. Por el lado de la Universidad todo estaba en su lugar y, a decir verdad, no se había escatimado en esfuerzos y gastos para que el evento se realizara por todo lo alto; ahora sólo un milagro haría que esto ocurriera.
Llegó el 26 de noviembre y, para sorpresa de todos, llegaron a la Universidad Carlos Abascal y su familia. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, el homenajeado sonreía y saludaba a quien se encontraba a su paso. Más de 1 mil 500 personas participaron con todo su ser en uno de los momentos más significativos de la historia de la Anáhuac Sur. La ceremonia fue extraordinaria y memorable desde cualquier punto de vista, y ahí queda la memoria fílmica para atestiguarlo. Don Carlos leyó con fuerte voz su “tesis”, la que quedará para la posteridad como un discurso programático y un texto recurrente de reflexión.
Personalidades del mundo empresarial, político y académico, así como sus familiares y amigos más íntimos, acompañaron a Carlos Abascal en la ceremonia de su Doctorado Honoris Causa, y dieron el más cálido adiós en vida a un hombre que estaba por mudarse a un mejor mundo, pero que salía de éste por la puerta grande.
Sin duda, el momento más emotivo de la ceremonia fue cuando, ya revestido con la toga de Doctor, agradeció a su compañera de vida y esposa su entrega incondicional en la salud y en la enfermedad; en medio de una tormenta de aplausos, ella subió al escenario y ambos se fundieron en un largo abrazo que conmocionó a todos los asistentes.
Hasta ese momento yo había sido para Don Carlos alguien que simplemente le había conocido y tratado los últimos años de su vida; ya muy enfermo, lo pude visitar en el hospital y en su casa varias veces. Al final del evento lo acompañé hasta subir a su auto, donde, entre mucha gente, se despidió de mí, pero ya no fue un trato de usted: con una sonrisa llena de ternura y que nunca olvidaré, me dijo: “Adiós padrino, gracias”.